...hay razones para que el corazón no deje de latir, para que el asombro de estar vivo supere a la desesperanza. Hasta los ríos cambian de lecho y prueban otra tierra, acarician otra piedra, se acercan a la raíz sedienta y se ocultan del sol, bajo la sombra del árbol al que dan vida, desde la raíz. Hay razones, sí... aunque todo sea efímero...
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