8.28.2009

...Desde esta nueva casa no se escucha ya el tren por las noches. Cada vez me encuentro más lejano, más ajeno. Digamos... que el laberinto no tiene fin, sin embargo, comienzo a acostumbrarme a vivir en él y eso aterra, aterra ver que los sueños se reducen, que son menos, que no alcanza el tiempo, que muere la gente querida, que se resignan los que quedan. Hay un dolor incurable que me tira en la cama... pero eso no importa, importa que me sueño en casas tranquilas, en atardeceres cálidos y que en el sueño, cuando entro a esas casas, siento, ya anciano, el temor del niño ante la soledad... que afuera de las casas hay jardines y eso me da paz, pero me atemorizan las paredes, sus interiores. En el sueño existe un joven que no es mi hijo, pero busca consejo. En el sueño, existe el dolor de un amor no consumado, existe nostalgia por una mujer que no pudo amarme, existe el sentimiento del hijo abandonado...

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