2.24.2010

¿Por qué la gente se deshace de sus libros?, por qué podemos encontrarlos años después, con un nombre y llenos de polvo en un anaquel, perdidos... esperando que otros ojos, que otras manos los sostengan y recorran. ¿Qué destino espera a mis propios libros cuando yo muera?... pero no son míos, digamos que son ellos los que nos eligen desde el estante, desde la librería. Son un poco como los gatos: ellos nos tienen.
Hoy por la tarde estuve en una librería de viejo en esta ciudad. Llegué buscando la edición en Cátedra de Ulises, de Joyce... y no lo encontré, pero sí me encontraron unos libros sobre fonética, sobre fonología, sobre lingüística, que en algunas de sus páginas llevan el nombre de Esther... por un momento me molestó la tinta azul sobre el amarillo de las hojas, pero ahora que los reviso en casa, creo que fue una forma de venirse en paquete, de venirse todos juntos a un nuevo hogar. La única forma que Esther encontró para mantenerlos juntos, más allá de su propia vida compartida.
Y ya están conmigo, entre mis manos... esperando mis ojos. Menuda responsabilidad... pero qué habrá sido de Esther, ¿cómo será ella?, ¿seguirá viva? ¿estará bien? ¿por qué se deshizo de sus libros? ¿tendrá alguna emergencia médica? ¿Cómo será alguien que lleva ese nombre y a quien le interesó estudiar lingüística? Los libros huelen a su casa, a su librero... huelen a encino...
¿Cómo eres Esther?...

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